107 III. Un cambio de enfoque El Perú es un país minero, sumamente atractivo a los ojos de las compañías globales, con un potencial de crecimiento de productividad minera del 5 % anual y un portafolio de proyectos en espera que superan los 50 000 millones de dólares en inversión. Pero también presenta una predictibilidad y sostenibilidad de las operaciones en apreciable riesgo, precisamente por el alto nivel de conÁictividad, por una gestión de las crisis cada vez menos efectiva y más desaÀante, y una institucionalidad debilitada. Lo que se juega el país no es poco. Al potencial de inversión se le suman los miles de millones de soles en canon y la representación de la minería en el PBI nacional: si se incluye a la cadena de valor, el 14 %. Una reducción en las inversiones futuras impactaría dramáticamente en la recaudación de tributos y, por tanto, en la disponibilidad de recursos públicos para implementar políticas que promuevan el desarrollo relativo, el cierre de brechas y la diversiÀcación de la economía nacional. Por eso, es preciso recuperar las relaciones entre las comunidades, las empresas mineras y el Estado, construyendo un espacio donde pueda ser posible dialogar y lograr acuerdos, no solo desde la urgencia y las tensiones extremas de una crisis, sino en el día a día, con una mirada de colaboración a mediano y largo
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