132 Desarrollo territorial y minería sus operaciones. En realidad, una de sus metas debe ser fortalecer a los actores y sus posiciones de liderazgo para garantizar su autonomía una vez que la empresa haya abandonado el territorio. En palabras de Bervejillo (1996), la gobernanza se reÀere a la capacidad de los territorios de organizarse para convertirse en actores activos de su propio proceso de desarrollo. No le falta razón. Pero también es necesario entender que la gobernanza territorial, con todos sus componentes, a pesar de establecer un escenario para catalizar el desarrollo territorial y mejorar sus resultados, no garantiza que los conÁictos desaparezcan. Tampoco apunta estrictamente a ello. Por el contrario, este enfoque comprende que los desacuerdos son inevitables y, por eso mismo, apuesta por generar espacios que permitan gestionarlos y plantear alternativas concertadas de solución. Ya no desde la urgencia del estallido social, sino en un contexto donde cada actor se reconoce, se respeta y aprende una dinámica de diálogo con el otro. Se trata, en suma, de un trabajo de largo aliento, que implica un esfuerzo sostenido, pero que puede construir las bases para gestionar mejor los conÁictos sociales, mantener la predictibilidad y sostenibilidad de la inversión minera y, sobre todo, generar un cambio sustancial en la vida de las comunidades que conviven con las operaciones.
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