25 A modo de prólogo pesquero, comerciante y constructor. Sin embargo, de todas esas actividades o facetas, la que nos ofrece una mejor oportunidad para sentar las bases de un desarrollo sostenible es, a todas luces, la minería. El Perú es hoy el segundo país con las reservas y la producción más importante de cobre en el mundo, en un contexto de transición energética que demandará por años el mineral que más producimos. En ese sentido, considerando nuestra historia y la potencialidad de nuestra industria, resulta contradictorio que esta actividad se vea afectada en su viabilidad, predictibilidad y sostenibilidad. Hoy más que nunca resulta fundamental que las empresas mineras revisen el vínculo que las une a las comunidades contiguas a sus unidades, que hagan el esfuerzo de escucharlas, que identiÀquen sus reales intereses y entiendan sus dinámicas y aspiraciones. Pero para llevar a cabo una tarea tan importante y delicada, es imprescindible hacer primero un balance y una reÁexión sobre algunos de los aspectos que nuestro sector ha estado abordando de manera insuÀciente. En primer lugar, hay que reconocer que existe una brecha entre los nuevos conceptos que aparecen entre nosotros (como sostenibilidad, valor compartido, enfoque multiactor, etc.) y las intervenciones de campo que exhiben algunas empresas con diÀcultades para relacionarse con sus vecinos. De hecho, sorprende que muchos de los nuevos proyectos mineros caigan todavía en errores que ya se creían superados. Eso da cuenta de una fuerte inercia en la industria, una falta de rigor que debe ser confrontada positivamente. Por otro lado, desde la cultura ingenieril existe una suerte de incomprensión de los fenómenos sociales. Las expectativas y demandas, aunque nos rodean, son miradas con distancia. Hasta hace poco, los ejecutivos pensaban que el tema social era un asunto exclusivo del Estado y que a las empresas mineras apenas les tocaba mitigar el riesgo social. Una salida rápida, siempre con
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