31 A modo de prólogo para entender, no las posiciones de los distintos actores, sino la naturaleza de sus demandas, los verdaderos intereses que, muchas veces, son diferentes de las banderas ambientales que enarbolan. En este punto, uno podría cuestionar por qué las empresas deberían plantearse ese papel. Pues, básicamente, porque sus objetivos son de largo plazo. Un lapso mayor al de cualquier gobierno y más que muchas instituciones. Las empresas mineras somos concesionarios de un recurso natural y la mayoría estamos pensando en veinte, treinta años, o más, de presencia en esos territorios. Ese incentivo debería de traducirse, en el ámbito interno, en la capacidad de mirarnos como un agente de desarrollo capaz de catalizar la transformación social en ese entorno con diálogo, paz, estabilidad y predictibilidad. En esa medida, no se trata de un enfoque altruista o que pretenda asumir las funciones del Estado, más bien es un enfoque pragmático y directamente alineado con las estrategias de sostenibilidad del negocio. UNA AGENDA PARA LA TRANSFORMACIÓN La mayoría de los actores involucrados sabemos a dónde queremos llegar. En eso estamos más o menos claros. El diagnóstico nos ha costado un poco más. Ahora, en lo que tenemos que ponernos de acuerdo es en el proceso que sigue. ¿Qué te toca a ti? ¿Qué me toca a mí? ¿Qué metodología aplicamos? ¿Cómo te ayudo en ese camino y cómo tú colaboras conmigo? Todas esas preguntas necesitan respuesta en un momento en que la tendencia es la dispersión y la atomización, en un contexto en el que se ha impuesto la desconÀanza que impide, incluso, la conversación casual. ¿Por dónde empezamos? Acaso el campo apropiado sea el institucional. Tiene que haber una vocación genuina por generar esas alianzas, por incluir a todos los involucrados en la visión de desarrollo de la comunidad, y que ese trabajo compartido nos ayude a encontrar objetivos comunes. Luego, con ese alineamiento,
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