Libro: Desarrollo territorial y minería

33 A modo de prólogo A RECUPERAR EL VÍNCULO Lo curioso es que el Perú, tradicionalmente minero, no desconoce los beneÀcios de actuar y vivir en comunidad. Hasta hace solo unas décadas, los funcionarios, los ingenieros y los dueños de las minas convivían con los obreros y eran parte de la comunidad. El profesional minero y su familia vivían en las alturas, sus hijos compartían la escuela con los hijos de los trabajadores y los campesinos, jugaban fútbol en el recreo y celebraban las mismas Àestas. La distancia y la inexistencia de tecnologías y vías rápidas de comunicación los hacían permanecer por largos periodos en esos campamentos y, pese a algunas privaciones, eran tan felices como puede serlo un niño en la inmensidad del campo, en medio de la naturaleza. Los testimonios abundan. Esa convivencia hacía que los líderes de la comunidad minera fueran más sensibles a las diÀcultades que atravesaban las poblaciones contiguas a las unidades mineras, porque no solo eran testigos, sino que las vivían también. Sufrían el exceso o la escasez al mismo tiempo. Pero lo más importante es que facilitaban los procesos y mecanismos para solucionar los distintos problemas, sean estos relativos a la vivienda digna o a los servicios básicos. Se preocupaban por acercar técnicas para aumentar la productividad agrícola o la genética del ganado, realizaban campañas de paternidad responsable, de forestación, capacitaban en oÀcios productivos o para combatir la anemia con una alimentación más nutritiva. Las nuevas tecnologías y las dinámicas de la globalización desarrolladas en las últimas tres décadas provocaron una deslocalización del management y tanto las trasnacionales —que no pudieron visualizar el tema— como los peruanos —que no supimos defender los beneÀcios de esa cercanía— nos extraviamos en el objetivo de conservar un manejo con visión local en la minería.

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