en abrir los dos ojos m s grandes de lo normal; pues su bello pueblo, su bella casa, sus bienes m s preciados haban desaparecido, en su lugar solo haba tierras polvorientas, piedras y rocas de diversos colores, tamaños y brillos, adem s de algunos rboles y plantas. Entonces, empezó a sentir tanto miedo que por un instante se quedó paralizado. Intentaba caminar, pero estaba totalmente desorientado con el “cerebro en blanco” sin saber qu rumbo tomar. Cuando al fin empezó a caminar lo hizo lentamente con las orejas gachas y la colita entre las patas. T midamente avanzó y se sintió solo y desprotegido. Ya no escuchaba al reloj despertador de su dueña que estaba hecho de cuarzo y slice, tampoco estaban las l mparas para encender en las madrugadas nubladas y fras hechas con bronce, cobre y estaño. Y ni pensar en ir al m dico veterinario en el auto de pap que estaba hecho de titanio, hierro y otros minerales. Tampoco escuchó fluir el agua por las tuberas. ¡Todo estaba desolado!, sin vehculos, sin ordenadores ni celulares. Qu dif cil era el mundo donde se encontraba, sin viviendas, sin edificios, sin carreteras, sin caminos, sin transportes, sin medios de comunicación, sin cuidados m dicos. Sunqu senta una pesada piedra en el corazón y un nudo en la garganta, tena los ojos húmedos, solo quera llorar y estar al lado de su dueña para que ella lo pudiera consolar. 29 EL SUEÑO DE SUNQU
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