Libro La Tierra y sus minerales

un montón de cosas que dec an me dejó m s confundida —exclamó Epigea frunciendo sus cejas y sent ndose en la pequeña piedra que se encontraba en la esquina de la pequeña galer a. Entonces, su padre le dijo: —Est s muy niña para estas cosas. —Bueno, pero eso no es el caso. Yo estoy aqu por el tema de mi propósito que aún no logro comprender —dijo Epigea que tena sus cejas fruncidas. —Y vamos de nuevo, aún no es el momento para que sepas aquello. Con el transcurrir del tiempo, te dar s cuenta de su significado. Adem s, eres la futura lder de este rebaño, todo llega a su tiempo hija —manifestó el padre. Despu s de ese episodio, no se quedó a gusto con el “calmante” que le dio su padre. Entonces, comenzó a investigar en la pequeña biblioteca administrada por la manada que tena libros antiguos, en su mayora, de mitos y leyendas de sus antepasados. Le llamó mucho la atención uno en especfico que tena la pasta desgastada y sus hojas sobresalan de su interior. Lo abrió y cuando comenzó a leerlo se dio con la sorpresa que encontró algunos datos que haba escuchado anteriormente en el rebaño. Los datos mencionados daban cuenta de LA TIERRA Y SUS MINERALES 310

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