Libro La Tierra y sus minerales

Las dos pequeñas lombrices asintieron. —Pues si es as , no me queda de otra que sus ojos curiosos descubran que para todo existe una razón —les dijo la enorme lombriz. Luego, con su cabeza logró levantar a los dos cuerpos que se encontraban est ticos y los puso en su gran lomo. Lo que escucharon a continuación no tena comparación. Fue como una especie de sonidos de lira que le daba una respuesta a la gran bola que se encontraba en el cielo. Despu s, la enorme lombriz les preguntó: —Leyeron el mito, ¿verdad? —S señor —respondieron al un sono. —Frente a ustedes est su mito —les dijo la enorme lombriz y les regaló una sonrisa que probablemente se pareció a la luz que reflejaba la bola gigante que se encontraba sobre sus cabezas. —¿Qu ?, ¿la bola? —le preguntó Endogea. —No, lo que est debajo de ustedes —respondió la enorme lombriz. —¿El c sped? —le consultó Epigea. LA TIERRA Y SUS MINERALES 314

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