Libro La Tierra y sus minerales

—No, estoy hablando de m , yo soy la lombriz tan famosa de los mitos y ahora cumplir con la promesa —le dijo la enorme lombriz. Acto seguido, no les dio tiempo a contestar y se levantó. Entonces, hizo que su lomo rozara la bola y dejó al par de pequeñas lombrices dentro de ella. All sintieron la falta de aire y sus pies tocaron el suelo que era spero. Instantes despu s, ambas gritaron: —Señor no podemos respirar. ¡Ay denos! Antes que pudieran ser rescatadas, Epigea se dio cuenta de la gran diferencia que ahora senta y vea. Desde siempre tuvieron esa misión. Pero viviendo y teni ndolo frente a sus ojos no se dieron cuenta de que el suelo era su vida y el aire el contorno que reciban como agradecimiento de la tierra por ayudarla a mantener la riqueza de su suelo. Ya no necesitaban otra cosa m s que recibir el preciado aire como recompensa por los grandes sacrificios que realizaba su manada. Y sin m s sonrieron al notar que desde el lugar en donde se encontraban se lograba apreciar la hermosa pradera siendo iluminada por la luz de la señora bola. Ahora lo entend an todo. 315 EPIGEA FIN

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