Libro La Tierra y sus minerales

La sonrisa de Saru llenó el palacio y una luz salió de cada rincón y fue hacia su cuerpo. En ese momento, el cabello de Saru creció hasta tocar la tierra, su cuello, muñecas, tobillos, y cintura se llenaron de bellas joyas, unidas a un metal rojizo y muy brilloso. Al salir ella de aquella cueva, Apakhana se unió al cóndor convirti ndose en uno y en pleno vuelo cuidó a la pareja. Unay perdió el pelo y su piel rojiza se unió al cabello de Saru quien llevaba su traje y su cabello rojizo acariciaba la tierra. Las vizcachas rojizas corr an por los hogares, los andenes, el campo y tan solo con acariciarlas la enfermedad se perd a en el tiempo. Las plantas se elevaron al cielo, respiraban y votaban ox geno. Los animales comenzaron a caminar y mientras el cabello de Saru los acariciaba cada uno de los seres se curaban. Los abuelangos, que sufr an de dolor de huesos, fueron curados tan solo al tocar al compañero fiel Unay. Ellos al ver a Saru comenzaron a decir: —¡La princesa de cobre!, ¡Saru!, ¡La princesa de cobre! LA TIERRA Y SUS MINERALES 396

RkJQdWJsaXNoZXIy MTM0Mzk2