Libro La Tierra y sus minerales

—¡Una gran plaza!, ¡un arco en la entrada del pueblo! Y no faltaron los que pidieron: —¡La construcción del local municipal! Entre la multitud, se escuchó una vocecita de un niño, era Santiago quien, desde el fondo, gritó: —¡La escuela!, ¡la escuela!, ¡la construcción de una escuela para todos los niños de nuestra comunidad! Todos se quedaron en silencio y tal vez con un poco de vergüenza, ante el pedido del m s pequeño quien, con su sabidura de niño, pidió algo que realmente era una prioridad. El m s viejo tomó la palabra y concluyó: LA TIERRA Y SUS MINERALES 48

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