195 194 La Tierra y sus minerales —¡Vamos con fuerza! ¡A sacar todo el mineral para hacernos ricos! Asustados, corrieron nuevamente en busca de Khurkhu para contarle lo que habían visto. Tras escuchar la historia, Khurkhu les pidió que buscaran ayuda en el pueblo. Los niños fueron con su papá para contarle todo. En ese momento, apareció Kusi, sano y salvo. Los niños, muy contentos, se marcharon y llegaron al lugar donde se encontraba su papá y le contaron lo sucedido. Entonces él fue en busca de sus vecinos para pedir apoyo. El papá de Qenti y Killa era un minero con muchos años de experiencia, y muy preocupado por lo que ocurría, cruzó el túnel con un grupo de vecinos para confrontar a los intrusos. —Buenas tardes, caballeros. Mi nombre es Amaru y quiero saber qué están haciendo aquí —preguntó el papá de Qenti y Killa. —No te metas en nuestros asuntos, Amaru. Nos llevaremos todo el mineral que podamos, y no nos importa destruirlo todo —le respondieron con desdén los intrusos. —Pero esta no es la manera correcta de hacer las cosas. Yo trabajo desde hace muchos años en una mina formal, y para extraer el mineral debemos respetar a la Pachamama, al agua y a los trabajadores. Si ustedes quieren sacar mineral, debe ser de una forma legal —señaló Amaru. —No nos interesa. Seguiremos con lo nuestro. ¡Váyanse de aquí! —gritaron los intrusos. Al no ser escuchado, Amaru avisó a la policía y a las autoridades, quienes arrestaron a los intrusos por destruir y contaminar la Pachamama. Finalmente, llegó a Antallaqta una empresa minera formal, con la que Amaru y los vecinos de su comunidad pudieron trabajar, respetando la naturaleza, los animales y el agua, y gozando de todos sus derechos y beneficios. Qenti y Killa se sintieron muy felices porque su papá trabajaría en una mina más cercana a su casa y podrían verlo más seguido. Algunos días, caminaban junto a Kusi y sus ovejitas para ver a su papá trabajando a lo lejos, con su casco, sus zapatos de seguridad y su chaleco naranja con plomo. Las familias de Antallaqta, agradecidas, llevaban cada cierto tiempo coca y caramelos a Khurkhu, quien se había convertido en su amigo y les agradecía por preocuparse por la Pachamama y la Yakumama. Los niños salvan su pueblo
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