257 256 La Tierra y sus minerales —¡Ohhh! —dijo el Oro, muy sorprendido—. No sabía que mi amiga era tan útil y hermosa a la vez. Luego, llegó el Cobre, con un traje rojizo metálico, elegante y galán, y se presentó así: —Queridos amigos, me llamo Cobre. Una de mis funciones principales es transportar la energía eléctrica mediante cables; por ello, soy muy importante en los hogares. —Ya para, no sigas, amigo, es suficiente —interrumpió el soberbio Oro. No podía creer que sus amigos tuvieran tantas cualidades. Y continuaron llegando los invitados a esta gran fiesta. De pronto, llegó un gracioso amiguito de traje plomo, quien con gran cordialidad se presentó: —Me llaman Plomo, o “Plomito” de cariño. Ayudo a que las baterías de los vehículos funcionen, ¡para que las familias puedan pasear en sus autos! Después, muy apuradito, llegó el Grafito, un simpático mineral travieso y juguetón: —Disculpen la demora —dijo sonriendo—. Soy el Grafito, el de la punta de los lápices. Los niños me alegran la vida cuando dibujan y escriben conmigo. Y así fueron llegando a la fiestita el Hierro, el Estaño, el Tungsteno, entre otros invitados. Todos muy felices y contentos. El Grafito notó que el Oro no se sentía bien, y le preguntó: —Amiguito Oro, ¿qué te pasa? —Discúlpenme —dijo el Oro—. En realidad, los había invitado solo para presumir. Pensé que yo era el único con cualidades y quería dejarlos en vergüenza, pero todos ustedes son más útiles que yo. Los invitados se acercaron al Oro y le aseguraron que ahora, al conocerse mejor, se valoraban y querían más que nunca. El Cobre subió el volumen de la música, la Plata sacó a bailar al Oro, y el Cuarzo rompió la piñata. El Oro se sintió muy feliz y, desde ese día, decidió ser humilde y reconocer la importancia de cada mineral, entendiendo que todos contribuyen a mejorar la vida de las personas. Así, en ese hermoso hogar llamado Tierra, los grandes amigos celebraron aquella inolvidable fiesta de los minerales. La fiesta de los minerales
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