265 264 La Tierra y sus minerales Sintieron cómo se les paralizaba el corazón y se les erizaba el cabello por el temor de encontrarse con alguna de esas presencias extrañas. Se imaginaron lo peor, pero impulsados por la emoción y la curiosidad, siguieron adelante. Sin embargo, a medida que avanzaban, sus mentes les jugaban malas pasadas, creyendo oír escalofriantes y misteriosos sonidos, que no eran más que el eco de sus pasos y murmullos. El miedo comenzó a apoderarse de ellos, pero continuaron con valentía. Finalmente, llegaron a una sala amplia y luminosa, donde se encontraron con un pequeño y escurridizo ser: un duendecillo de aspecto amigable. Aunque al principio estaban asustados, pronto se dieron cuenta de que aquel duende no tenía intenciones maliciosas. El duendecillo, que se llamaba Apito, también percibió que aquellos niños eran de corazón limpio y puro, además de muy valientes. Comprendió que no eran como las personas anteriores que habían entrado en las minas buscando riquezas, causando daño y destrucción, sin tener en cuenta la importancia de preservar la naturaleza. Juntos jugaron, rieron y compartieron historias, algunas tristes y otras felices. María, Juan y Pedro, movidos por la amistad, la honestidad y el respeto que surgió entre ellos, le contaron la situación de su pueblo, que estaba sumido en la pobreza. Le explicaron también que, si su comunidad pudiera extraer aquellas piedras y minerales, su situación económica mejoraría. El duendecillo, conmovido por la sinceridad de los amigos, les hizo una propuesta: si se comprometían a preservar la naturaleza, no ahuyentarían a nadie más. Desde ese día, los amigos y los duendes guardianes de la mina trabajaron juntos en armonía. La comunidad prosperó y encontró una forma sostenible de aprovechar los recursos del planeta sin dañarlo. La amistad entre los amigos y los duendes se fortaleció, convirtiéndose en una leyenda que perduró en el tiempo, recordando la importancia de la amistad y el respeto por la preservación del entorno. Así, gracias a la valentía y la amistad de aquel grupo de amigos, el pueblo encontró un futuro mejor y prosperó junto con todos sus habitantes. Ahora, los pobladores de Ccano, en Ayacucho, comprenden que pueden mejorar su calidad de vida con el apoyo de la minería formal y responsable, pero siempre respetando sus tradiciones y las voces de sus apus, para fusionar lo moderno sin dejar de lado lo ancestral. Los minerales de Ccano
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