Libro La Tierra y sus minerales | Segunda edición

281 280 La Tierra y sus minerales Su papá le contó lo sucedido, y la niña se puso a llorar, diciendo: —¡Papito, no quiero que te vayas, no nos dejes! ¡Por favor, te voy a extrañar mucho! Luego, lo abrazó muy fuerte. La despedida fue muy triste. El señor Ríos viajó a Pataz. Pasaron horas hasta que llegó a la mina, donde lo esperaba su jefe, quien le indicó que sus compañeros le darían las instrucciones. Después de dejar sus cosas, comenzó a trabajar: cogió su pala y entró en la cueva para buscar minerales junto a sus compañeros. Cuando llegó el momento del almuerzo, todos se fueron al comedor. El señor Ríos se sentó, pero de repente comenzó a recordar a su familia, pensando: “¿Por qué dejé a mi familia?”. Sin embargo, llamó a su esposa. Ella le contestó: —¡Hola, querido! ¿Cómo estás? —Todo bien, querida esposa, ¿y nuestra hija, cómo está? —le respondió él. Ella le dijo que estaba bien, y se despidieron. En ese momento, un compañero se acercó y le dijo: —¿Qué haces ahí sentado? ¿No ves que ya se terminó la hora del almuerzo? Es hora de trabajar. Entonces el señor Ríos se levantó para seguir trabajando. Pasaron las horas y se escuchó a un trabajador gritar: “¡Encontré oro!”. El jefe, al oírlo, se acercó y dijo: —¿Por qué te contentas con tan poco oro? Necesito más. Después, se llevó el oro a su oficina, y los trabajadores continuaron laborando sin descanso. Ya era la hora de salida, y todos alistaron sus cosas para retirarse, pero el señor Ríos era el único que seguía trabajando. Pasaron las horas, y al final encontró bronce. Lo vio como una oportunidad para tener una vida diferente. No sabía qué hacer, pero decidió llevarse el bronce. Luego, recogió sus cosas y volvió con su familia. Al llegar a la ciudad, fue a una casa donde compraban La familia Ríos y los minerales

RkJQdWJsaXNoZXIy MTM0Mzk2