35 34 La Tierra y sus minerales produce?”. Ella le dijo que venían del interior de la Tierra, pero él no quedó satisfecho. Inquieto, siguió insistiendo. Su madre, un poco molesta, le dijo que su padre, quien era minero, sabía más del tema. Entonces Josué preguntó a su padre: “¿De dónde vienen los metales?”. Su padre le dijo que provenían de la Tierra. Sin embargo, esa respuesta tampoco le satisfizo, pues veía arena y polvo por todos lados y no podía creer que de allí salieran los metales. Siguió insistiendo y añadió: “¿Por qué no encuentro trozos de metal en la arena? ¿Y por qué muchas de las cosas que veo están hechas de metal, como los carros, la puerta, las ventanas, mis juguetes, las ollas, las sillas, etcétera? ¿No sé de dónde vienen?”. Ante tantas preguntas, el padre le dijo que lo llevaría a su trabajo para dar respuesta a sus consultas, pues había escuchado que la mejor manera de aprender era experimentando. Josué, emocionado ante la propuesta de su padre, estuvo inquieto varios días y pensó en las respuestas que obtendría. Una noche, su padre le anunció que al día siguiente saldrían de madrugada hacia su trabajo. Esa noche, Josué no pudo dormir. Había escuchado que en el trabajo de su padre había túneles y que era como una ciudad dentro de la Tierra. Se imaginaba edificios, árboles, caminos, ríos, parques, pero también monstruos y arañas gigantes, y eso le daba miedo. De repente, por la madrugada, su padre lo llamó: “¡Josué, hora de levantarse!”. El niño saltó de la cama, y juntos salieron rumbo a la mina. Ese viaje era importante para Josué, quien tenía más preguntas en mente: “¿Qué hay dentro de la mina? ¿Cómo viven las personas dentro de ella? ¿Cómo es el trabajo de papá? ¿Qué comen las personas allí? ¿Cómo son los metales?”. Al llegar, observó los hermosos cerros cubiertos de nieve, el cielo azulado, el sol esplendoroso, una laguna con aguas azuladas y unas casas muy bonitas. El día era perfecto para la aventura. Ante tanta belleza, preguntó a su padre: “¿Dónde está la mina? ¿Dónde? ¿Dime dónde?”. Su padre le pidió paciencia y le prometió que pronto se la mostraría. Las personas que encontraban vestían uniformes similares y eran amigables; saludaban a su padre y a Josué con un apretón de manos o abrazos. Su padre le dijo: “Ellos son como mis hermanos”. Padre e hijo se colocaron la vestimenta necesaria para entrar a la mina. Josué, emocionado, se sentía como un astronauta con aquella ropa: bluyín, chaqueta, chaleco, botas, tapaboca, guantes y casco con foco. Caminaba dando pequeños saltos como un cosmonauta mientras su padre lo guiaba hasta un carro en el que se subieron. El niño preguntón
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