Libro La Tierra y sus minerales | Segunda edición

95 94 La Tierra y sus minerales —Ingeniero, aquí no se come muy bien, pero si me permite, podría traer a mi esposa. Verá, no se arrepentirá; no solo tendrá comida caliente, sino que su casa estará ordenada y bien cuidada. El ingeniero, sin dudar, respondió: —Excelente, si ella está dispuesta, que venga de una vez. Hace mucho tiempo que no pruebo el sabor de una comida casera. Papú regresó a su hogar lleno de alegría con la buena noticia. Su esposa, Herminia, aceptó de inmediato, aunque con la tristeza de dejar a sus tres hijos al cuidado de su suegra, la abuelita Rosalía. Después de tranquilizar a los pequeños, Papú y Herminia partieron hacia el campamento minero, prometiendo que pronto estarían todos juntos de nuevo. Con los años, Papú y Herminia lograron ahorrar. Con esos ahorros, pensaron en mejorar su humilde vivienda y brindar a sus hijos algo que ellos no tuvieron: la oportunidad de obtener estudios superiores. A medida que los hijos crecían, la vida les ofrecía nuevas oportunidades. Papú, animado por su progreso, decidió aprender más. El ingeniero le enseñó a trabajar en la mina, pero para ello, Papú necesitaba obtener una certificación en la ciudad. Con un nuevo proyecto a la vista, que requeriría mucha mano de obra, la empresa minera valoraba la contratación de trabajadores locales para el beneficio de la comunidad. Así, Papú, junto con varios vecinos y familiares, obtuvo la certificación como operador, lo que les permitió trabajar directamente para la compañía. Con el tiempo, pudieron traer a sus familias a vivir con ellos, y juntos fueron testigos de cómo la minería no solo generaba crecimiento económico, sino que también impactaba de forma positiva en todo su entorno. Con los años, los hijos de Papú se graduaron exitosamente de sus estudios superiores. Uno de ellos tomó un camino distinto y se convirtió en el primer médico del pueblo. El segundo hijo, inspirado por el entorno, eligió convertirse en el primer ingeniero de la familia. La empresa minera no solo brindó apoyo económico a las áreas circundantes, sino que también ofreció facilidades para que los jóvenes realizaran prácticas profesionales, sin importar su procedencia, siempre y cuando estuvieran dispuestos a formar parte de esta gran aventura. El tercer hijo se convirtió en ingeniero agrónomo y permaneció en su pueblo. Presentó un proyecto agrícola y ganadero para la región, asegurando que su gente mantuviera sus tierras fértiles y productivas. Con el tiempo, el pueblo y las generaciones posteriores comprendieron que “minero es el Perú” y que, por supuesto, “el suelo seguía siendo de ellos”. No solo mejoraron su producción, sino que también comenzaron a criar ganado. Juntos, repetían con orgullo: “Este es mi país, minero es mi Perú”. Este es mi país, minero es mi Perú

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